Sobre la memoria, la justicia y la verdad

Marzo de 2017

Vivimos en un pueblo polarizado, 
superpoblado de reyes y tiranos dueños de la verdad.  

Respeto:La palabra Respeto procede etimológicamente del latín respectus, que significa “acción de mirar atrás”, “consideración, atención”; sugiere entonces como una mirada atenta, tomar algo en consideración. El respeto es reconocer el derecho ajeno; es el reconocimiento, consideración, atención o deferencia, que se deben a las otras personas. Es una condición “sine qua non” para saber vivir y alcanzar la paz y la tranquilidad. El respeto es un valor basado en la ética y en la moral. Una persona cuando es respetuosa acepta y comprende las maneras de pensar y actuar distintas a las de ella, también trata con sumo cuidado todo aquello que lo rodea.


Democracia:Se conoce como democracia a la forma de gobierno que se caracteriza por hacer que el poder recaiga sobre el pueblo. Es decir, que las decisiones tomadas por el Ejecutivo sean consultadas por un grupo elegido por la población. El origen etimológico de la palabra proviene del griego y significa pueblo y gobierno.


Para ser aceptado en una familia, hay que ser fanático del mismo equipo de futbol, comulgar con las mismas ideas políticas y no disentir en las formas de adorar a Dios. Expresar una opinión diferente, profesar otra religión o alentar al equipo contrincante, puede resultar en burlas, agresiones y hasta distanciamientos familiares.  Como si el amor, tuviera algo que ver con la política, la religión o el deporte.

Para la mayoría, ser Argentino significa ser un pinche tirano dueño de la razón y la verdad; con derecho absoluto a condenar, criticar, humillar y desacreditar a quien tenga la osadía de pensar diferente o de mostrar la verdad desde otra perspectiva.

Para la mayoría, ser argentino significa ser un pequeño dictador doméstico que ejerce la represión en las redes sociales, en la juntada con amigos y en las fiestas de fin de año.  Si ese ‘ciudadano democrático’ se convierte en parte de la oposición del gobierno, usará todos sus esfuerzos para desbaratar cualquier política de estado, para criticar hasta la forma en que respira el presidente de turno y sobre todo para atacar (palabra mediante) a cualquier persona que apoye a un gobierno elegido democráticamente.

Vivo en un país, donde todos quieren ser los mejores, todos quieren ser el equipo ganador, todos quieren tener el cetro del poder, todos quieren ser la iglesia que lleve más fieles a su rebaño.

Los otros: los del otro equipo, los que tienen otras ideas políticas, los que piensan diferente, los que veneran a Dios de otra manera; los otros son enemigos, los otros son la lacra de la sociedad, los otros son dignos de repudio.

A veces, miro y escucho a mi familia, a mis vecinos, a mis amigos o al colectivero y termino sintiendo que no me gusta ser argentina en una Argentina que divide, enfrenta y juzga.

Vivo en un país donde se insulta y agrede físicamente a los habitantes del país vecino, pero los pasos fronterizos colapsan en fines de semana largos, porque esa misma gente elige gastar su dinero del otro lado de la cordillera.  No invierte en su país, no piensa en el emprendedor que se esfuerza cada día, no cuida la industria nacional.

Vivo en un país donde se vocifera y se condena el ‘colonialismo’ y el uso de prendas con banderas extranjeras; sin embargo el 90% de la población usa zapatillas, tecnología y prendas de marcas extranjeras y prefiere las series de Netflix o el cine de Hollywood. Comprar a un artesano o una fábrica local no es ‘top’; hasta el motochorro sueña con comprarse unas Nike, un pantalón de tres tiras, un Iphone hecho en otro país y salir a comer a una cadena de hamburguesas Mc.  Del mismo modo, se habla de patriotismo y nacionalismo, pero el 80% de la población usa palabras como marketing, top, home theatre, I phone, tablet, corner o link, sin tener idea de cómo decir lo mismo con palabras en nuestro idioma.  Ni siquiera un 5% de la población habla una lengua aborigen, o recuerda herencia de los habitantes originarios de esta tierra.

Somos un país hecho de una mezcla de razas, hijos de inmigrantes y descendientes de colonizadores; aprendimos a defender y añorar lo de afuera, lo nuestro es de un submundo al que no queremos pertenecer.



Hemos confundido libertad de expresión con libertad de represión.  Libertad de expresión significa que yo pueda alentar al presidente democrático de turno, porque si todos sumamos, si todos aportamos, si todos miramos desde una óptica positiva, es más fácil sacar un país adelante.  Libertad de expresión es decir que no me gusta tu equipo de futbol, sin temor a que dejes de hablarme o tu enojo eleve el tono de los insultos. Libertad de expresión es rezarle a la Virgen de Guadalupe, meditar con cánticos tibetanos y abrir mi corazón para aprender de cada religión lo que alimenta mi espíritu.  Libertad de expresión es decir lo que pienso y lo que siento sin ofender ni agredir a nadie, sin temor a ser excluida de ningún grupo o comunidad.  Libertad de expresión es que tu hijo no quiera jugar al futbol y le guste pintar mandalas sin que lo trates de ‘marica’ todos los días de su vida.  Libertad de expresión es que a tu hija le guste el futbol y se suba a los árboles y no quiera ir a danza y no por eso la trates de ‘machona’.  Libertad de expresión es poder escribir un artículo o una nota editorial sin mirar sobre el hombro cuando vas a entrar a tu casa.

No alcanza con decir ‘Nunca más’, no alcanza con un feriado o dos en el calendario. Porque ese feriado será usado para ir de compras al país vecino, para un asado con los amigos, para unas empanadas en familia o para ir al ‘shopping’ a comer hamburguesas y comprar ropa de marca.  Durante ese feriado habrá chistes groseros, habrá insultos, habrá humillaciones y habrá acalorados discursos de los dueños de la verdad.

Mientras se idolatre a la ‘mano de dios’ (un futbolista que se hizo famoso rompiendo las reglas), mientras se estacione en una rampa para discapacitados, mientras se roben los insumos de la oficina, mientras alguien se haga el tonto cuando la cajera da mal el vuelto, mientras que comprar hecho en Argentina sea un bajón, mientras sigamos permitiendo que los padres manipulen a sus hijos para usar la camiseta de futbol o sumarse a la religión, mientras usemos nuestro tiempo y energía para atacar y desacreditar a quien usa su libertad de expresión; mientras tanto no estamos defendiendo la democracia. 

Mientras vivamos en este péndulo histórico de gobiernos que al bajar del sillón de Rivadavia se dedican a atacar y embarrar el camino del gobierno que sigue; mientras los partidos políticos sean una feria de vanidades y no un grupo de personas defendiendo intereses del pueblo y valores en común; mientras los partidos lleven el nombre de sus líderes y se condene a los detractores que no besan los pies del tirano; mientras tanto hay un dictador respirando en cada habitante que se cruza con una cuota de poder y soberbia.

Sueño con un país, mi país, donde podamos abrazar a los otros, sin importar su ideología, su camiseta de futbol o el altar de su casa.  Sueño con una democracia donde los ciudadanos se arremanguen la camisa, se junten con los vecinos y busquen la manera de hacer cada pedacito de este país un poco mejor.  Sueño con una familia que guarda el dedo acusador y el insulto que distancia, para estrechar los lazos y enseñarles respeto a las generaciones que nos siguen.
Susana Lorenzo



Tengo memoria
  • Nací en 1964.
  • Viví en Buenos Aires en la época en que los Montoneros (durante la Democracia) ponían bombas en los autos de la gente ‘bien’, secuestraban transportes escolares de colegios privados y participaban de tiroteos mientras yo iba a comprar el pan en el barrio donde vivía.
  • Trabajé en medios de prensa durante la época K (en Democracia), fui amenazada, perseguida y finalmente marcada en la lista negra del gobierno de turno, por expresar mis ideas, por fomentar la cultura, por tener programas educativos y por entrevistar a personas (artistas, escultores, escritores y músicos) que casualmente pertenecían a otro partido político o no eran bienvenidos por el párroco del pueblo.
  • Trabajé en una academia municipal de inglés y en un terciario de nivel superior (dependiente del gobierno) (en Democracia) y en ambos lugares fui criticada, segregada e incluso ‘invitada’ a dejar mi trabajo por no aprobar a todos los estudiantes, sobre todo si eran hijos de los funcionarios de turno, sobre todo si no acreditaban los conocimientos o aptitudes necesarias para aprobar la materia; porque en un establecimiento escolar estatal, lo que cuenta es el número de estudiantes que aprueban y no la calidad educativa.
  • Acaso, ¿una persona privada de la cultura y la educación, puede tener la capacidad de discernir y distinguir lo que significa ser un ciudadano en democracia?  Un ciudadano con bajos niveles de educación y desprovisto de cultura no puede distinguir la verdad de la farsa, es apenas un peón en la tenebrosa manipulación de los medios.
Susana pensante
marzo de 2017

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