Reflexiones entre ánimos revueltos



Todos se quejan de  esta “señora” que carece de don de gente, respeto, cultura, educación y sentido común.  Me incluyo, muchas veces inevitablemente me quejo porque estoy cansada de esta democracia que no es tal.

Sigo pensando que si puede hacer abuso del poder es porque hay demasiados habitantes de este suelo que validan “el modelo”, y que apoyan a esta pandilla a cambio de no tener que cambiar su vida tan cómoda.

Alguien dijo que cada pueblo tiene el gobernante que se merece, que el gobernante de turno es la expresión clara de la “personalidad” de un país, de su pueblo, y entiéndanse como su pueblo a la mayoría de las personas que viven bajo esta bandera.

No estoy de acuerdo para nada, con lo que está sucediendo y me asusta hacía dónde vamos, pero creo que el único cambio posible es desde la consciencia individual, desde las casas, desde la familia y sólo se puede lograr a través de la cultura y de la educación.

Yo pregunto: ¿quién quiere cultura y educación?  ¿Quién quiere estudiar, sacrificarse, invertir tiempo y esfuerzo para aprender, para adquirir nuevas destrezas?  Si la mayoría de la gente pide “certificados y diplomas”, papeles que los habiliten en otras etapas de la vida.  Si los docentes que amamos el proceso de enseñanza/aprendizaje y valoramos la calidad del mismo, somos visto como desertores del sistema, como anticuados y exigentes, como inadaptados a una sociedad que está acostumbrada al facilismo.

Yo pregunto: ¿el gobierno roba?  ¿Quién y cuántos no lo hacen cada día?  ¿Quién no se queda con  un vuelto?  ¿Quién no acepta cometas en su trabajo?  ¿Quién no se roba las fotocopias en el trabajo?  ¿Quién no se roba los insumos de librería, artículos menores que se venden y nadie nota un poco menos en el stock?  ¿Quién no se roba el sueldo pasando el 80% de su tiempo chateando o revisando FB en horario de trabajo?  ¿Quién no usa el teléfono o el vehículo de la empresa para usos particulares?  El argentino tipo, el modelo conocido en todo el mundo, se roba los vasos del boliche, las toallas del hotel, las mantas y almohadas de colectivos y aviones y todo lo que puede llegar a pasar desapercibido.   
Luego lo muestra y comparte como un trofeo, porque total, si ellos roban, “yo también robo”, dice cada uno como justificación.

Yo pregunto: ¿mienten?  ¿Quién no miente en su trabajo, en la escuela, en el terciario, en la vida de todos los días?  ¿Quién vive en forma coherente ejerciendo la verdad en la palabra y las actitudes?  Si la mayoría de los argentinos tienen un manual de excusas: para faltar al trabajo o a clase, para llegar tarde, para no hacerse cargo de lo que corresponde, para lo que usó sin permiso, para lo que rompió por descuido.

Supongamos que tantos 18A, M, J o combinación cualquiera, resulta en un cambio de líderes, ¿cuántos argentinos respetarían a quien está en el poder?  ¿Cuántos estarían dispuestos a ser honestos, responsables, decentes y solidarios?  ¿Cuántos estarían dispuestos a insertarse en un modelo laboral donde la exigencia individual y la actualización profesional son la clave del buen desempeño?

La semilla de la mala educación, del facilismo, de la no cultura, de la ignorancia y de la avivada argentina, está ya sembrada (y con fertilizante) en la mente de millones y millones de niños y adolescentes que se harán cargo de lo que queda.

Cada casa es un pedacito del país, un semillero para la sociedad.  Cada aula es un fragmento más grande, un lugar de entrenamiento, un modelo y un espejo de lo que sucede dentro y fuera de las casas.

Soy docente porque amo la docencia, siempre fue un hobby y últimamente ha sido la única posibilidad de un ingreso que ni siquiera me permite vivir dignamente.  Ya no tengo ganas de dar clases.  Me espanto cada vez que intento trabajar en un aula o en un curso.  Sin importar si es nivel secundario o terciario, privado o estatal, la situación es siempre la misma y éste es el diagnóstico de la sociedad, de las casas, de las familias:
  •  La mayoría de los alumnos no maneja conceptos básicos de matemáticas y/o lengua.
  •  La mayoría de los alumnos no puede interpretar consignas.
  •  La mayoría de los alumnos no sabe ni quiere hacer lectura comprensiva.
  •  La mayoría de los alumnos revisa FB, escucha un partido, la radio o música, charla, hace chistes y sólo quiere pasarla bien dentro del aula.
  • La mayoría de los alumnos no puede pasar un buen examen a carpeta abierta, porque no saben pensar, razonar, asociar y no tienen idea de dónde tienen que buscar las respuestas.
  • La mayoría de los alumnos quiere un profesor que sea bueno y canchero, que no exija y que apruebe los exámenes con el mínimo requisito.
  • La mayoría de los alumnos no sabe estudiar y piensa que estudiar no tiene ningún sentido porque sin importar sus aptitudes, el hecho de que consiga trabajo dependerá de otros factores.
  • La mayoría de los alumnos no sabe redactar un párrafo con sentido y sin errores.
Y como dije antes, estamos hablando de jóvenes y adultos, de gente que ya está inserta en el mercado laboral o que pronto lo estará.

Por eso, si sos honesto/a, trabajador/a, responsable y consciente, tenés que convertirte en sembrador, en tu casa, en el vecindario, en la escuela, en el terciario, en el trabajo.  Se siembra con la palabra, pero el verdadero trabajo se hace con el ejemplo.  Y si los matones van por las escuelas y los barrios lavando cabezas, deberemos comprar colores que no se laven y pintar nuevas ideas.  De otro modo, mientras sigamos buscando lo fácil y barato, no habrá modo de salir de esto.

SL
25 de abril de 2013



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